
Conocé el restaurant que funciona en el edificio histórico de la confitería Pabellón El Águila
La consigna era mantener el valor patrimonial y así se hizo. No todos los días se gana la concesión de un edificio histórico, mucho menos uno dentro de un lugar con la magia del Ecoparque de la...
La consigna era mantener el valor patrimonial y así se hizo. No todos los días se gana la concesión de un edificio histórico, mucho menos uno dentro de un lugar con la magia del Ecoparque de la ciudad; con esa convicción y la decisión de explorar todo su potencial nació Águila Pabellón. “Estaba en muy mal estado así que lo restauramos completamente; desde la fachada hasta la parte interna y las terrazas con vista al jardín arbolado, respetando el patrimonio y la construcción existente”, cuenta Pedro Díaz Flores, accionista y director del grupo gastronómico Abridor, al que pertenece el restaurant. Los responsables de llevar adelante la tarea fueron los integrantes del equipo de diseñadores y arquitectos que trabajan en los distintos proyectos del grupo. Decididos a devolverle al mítico café del zoológico su magia sin perder de vista su valor patrimonial, afrontaron un trabajo titánico que implicó tirar abajo paredes, recuperar pisos y hacer de nuevo todas las instalaciones para dar vida a una nueva propuesta.
Edificio escultural“Lo primero que hicimos, antes de empezar la obra, fue investigar algo de la historia del lugar y su arquitecto. Así me enteré de que quien lo diseñó antes de ser arquitecto fue escultor”, cuenta Diana Lisman, arquitecta y cabeza de diseño del equpo de Abridor. Virgilio Cestari no fue un arquitecto destacado pero si dejó entre sus trabajos este edificio de reminiscencias art noveau que, según la arquitecta, tiene muchos aspectos interesantes. “Todo lo que es la repostería del edificio es un poco una escultura”, aprecia Lisman. En ese sentido, el respeto por la fachada era capital y necesitaba de mucho trabajo. En la obra, que contó con un presupuesto de 700 millones de pesos, el equipo buscó devolverle al edificio aspectos originales -como la planta o los pisos- pero también llevarlo a una propuesta contemporánea que resultara atractiva. En ese balance entre lo antiguo y lo actual nació un espacio lleno de carácter.
El gran desafío de este proyecto estaba en encontrar el equilibrio entre el respeto por la construcción original y su espíritu y la búsqueda de una propuesta contemporánea. Fue algo que discutimos mucho y buscamos llevar a la ambientación también.
Diana Lisman, arquitecta
De ayer y de hoy“La pintura de la fachada fue uno de los grandes aciertos, pero la decisión no vino de nosotros sino de una normativa que afecta a todas las construcciones del Ecoparque”, confiesa Lisman. Hace muchos años que el edificio estaba pintado en una combinación de color ladrillo y beige que ahora se reemplazo por un tono casi blanco, más parecido a de las construcciones originales del entonces zoológico. Ese cambio, tan sencillo en comparación al resto, hizo que las águilas de las molduras tomaran otra notoriedad, algo que pudieron reforzar de la mano de unas lámparas de hierro con tulipa con diseños de águilas. “Buscábamos unos artefactos que no desentonen, que parezcan originales”, cuenta la arquitecta; el cometido se cumplió con creces. Algo parecido sucedió con las banderas que cuelgan en altura. “Ahí había dos cuestiones: por un lado el tema de la acústica, que era muy mala, y por el otro, que no podíamos intervenir las paredes”, explica. La solución llegó de la mano de unas banderas con iconografía patria y animales que fueron teñidas de tal manera que parecen antiguas.
La experiencia de Águila Pabellón no se centra solamente en el especto gastronómico sino en el calor del edificio y la vivencia de poder tener una comida dentro del ámbito del antiguo zoológico. Esa condición única fue parte de lo que valoró Michelin al hacerle una mención en su guía unos meses después de que abriera sus puertas.
Experiencia 360Un punto difícil de pasar por alto en el recorrido es el baño, con su empapelado de animales salvajes y sonidos amplificados del Ecoparque. “Nos parecía importante recordar al comensal donde está, a partir de distintos guiños que hacen a la identidad del lugar”, cuenta. La barra de tragos y la escalera que conduce al primer piso, donde está el baño y un salón reservado para eventos privados, son de barrotes de hierro en alusión a las jaulas que -aunque cada vez son menos- siguen estando ahí.
La iconografía que incorpora animales está muy vinculada con esa representación de principios de Siglo XX, con su apreciación por las especies exóticas como una atracción en si misma.