David Lebón: su debut en el Movistar Arena, el vínculo con su maestro indio y la pérdida de su hija Tayda
“Herencia es lo que escuché, lo que dejaron en mí los Beatles, pero también es lo que yo voy a dejar en otros”. ...
“Herencia es lo que escuché, lo que dejaron en mí los Beatles, pero también es lo que yo voy a dejar en otros”. David Lebón se ubica de frente a la calle en un bar de ese Palermo fundido en Villa Crespo y no son pocos los que, al pasar ocasionalmente, lo descubren y reverencian. “Son como amigos”. Saluda a todos, mientras redondea en voz alta lo conceptual de Herencia, su último proyecto en marcha que incluye la reciente grabación de cuatro temas propios -clásicos de su repertorio- y se entusiasma contando sobre el primer concierto que brindará este sábado en el Movistar Arena.
Llega a la charla con LA NACIÓN con ganas de comer algo, un rasgo que le brinda cotidianidad a este hombre imbuido en un “mundo agradable”, como define a su expandido universo creativo. Una definición que también lo acompaña para, casi obsesivamente, desplazarse espiritualmente por la vida.
La estrella de rock tiene ganas de conversar y no sólo sobre música. Hablará de dolores profundos. De la tragedia protagonizada por su hija Nayla, acontecimiento que le devolvió la amistad con Luis Alberto Spinetta, de quien se encontraba distanciado. También se referirá a Tayda, su hija, artista trans, fallecida en 2021, pero lo hará pensando en ella a través del género masculino con el que nació, a contrapelo de la elección y el deseo de la joven.
SucesiónHerencia Lebón, tal el nombre del show y del proyecto que recupera títulos reversionados de su enorme caudal creativo, es una declaración de principios. En un estudio de Vicente López, el artista grabó las nuevas versiones de cuatro incunables de su vasto repertorio que conforman Herencia Lebón 3.
“No seas dura”, del álbum El tiempo es veloz (1982), es una de esas canciones que se pueden escuchar una y otra vez. La actual versión fue registrada junto a su banda actual, que integran Daniel Colombres (batería), Leandro Bulacio (teclados), Dhani Ferrón y Tavo Lozano (guitarras) y Roby Steiz (bajo). “La versión es hermosa, muy bien grabada y mezclada”.
El músico se hace cargo de quien es. Imposible esquivarle el bulto a Serú Girán y Pescado Rabioso. Tampoco se puede obviar que conformó Color Humano y Polifemo.
-¿Dimensionás quién sos y qué significás para el rock nacional?
-A esta altura, sí. Ya tengo 71 años, agradezco todos los saludos, perdí el miedo. Estoy tranquilo donde estoy y, cada día, agradezco que me levanto. Es el regalo que me dio mi el creador.
Rápidamente, Lebón -hijo de un argentino y de una mujer descendiente de cosacos rusos que fue espía en la Segunda Guerra Mundial- hace referencia a su profunda convicción espiritual. No se trata de religiosidades ni dogmas institucionalizados, sino de una creencia que lo acompaña desde casi toda su vida. Esa fe ocupa un lugar de importancia relevante en él, acaso tanto o más que la música. Al menos eso se presiente desde el vamos.
“En mi casa se ponía a los Beatles y yo, con mis ocho o nueve años, indicaba ‘quiero ser eso´. En la escuela decía: ´no quiero memorizar, sino aprender´”, repasa tratando de explicar algunas de las claves de su personalidad artísticamente rebelde. Con poco más de diez años, su vocación ya estaba definida: “Bajaba la velocidad del tocadiscos, que no afecta la tonalidad, y sacaba los acordes de cada canción o de los solos de (George) Harrison”.
–Es decir que la vocación estuvo dentro tuyo desde que fuiste un niño.
–Siempre, vino conmigo.
Cuando lo reprendían por mal comportamiento en el colegio, su madre, en lugar de llamarle la atención, le compraba un disco de los Beatles. Una forma de calmar las aguas. “También me compró la primera guitarra cuando ya era adolescente. Mi mamá tenía mucha cabeza y corazón”.
He buscado el amor en las mujeres, en los autos, en las guitarras, pero, en realidad, estaba dentro mío, estaba acá
-Tener vocación es una gran bendición.
-La gran bendición es estar vivo y poder dar. Cuando veo todo lo que pasa en el mundo, me alegro de estar en mi “mundo agradable” y poder compartirlo desde un lugar concreto. Desde muy chiquito me estoy conociendo. He buscado el amor en las mujeres, en los autos, en las guitarras, pero, en realidad, estaba dentro mío, estaba acá.
Señala su corazón. Remarca el “acá” frotándose la mano por su pecho. Y cuenta que la manifestación sublime aconteció cuando, siendo un adolescente de dieciséis años, conoció a Prem Rawat, “un maestro que me enseñó cuatro técnicas muy fáciles para aplicar diariamente, si uno está preparado y tiene ganas. Te hace sentir que estar acá es la verdadera divinidad, pero la mente es muy cabezona, quiere dominarte”.
Prem Rawat es de origen indio y comenzó a difundir su mensaje siendo un niño, toda una curiosidad heredada de su padre, quien le enseñó a meditar cuando tenía tan solo cuatro años. Cuando Lebón se acercó a su mensaje, Rawat era un adolescente.
-¿Se pueden conocer esas cuatro técnicas del maestro que aplicás?
-No.
El músico explica que solo su líder espiritual puede difundir su mensaje y que su práctica cotidiana queda confinada al estricto marco de su privacidad; pero no duda en aconsejar la lectura de Escúchate, un volumen con algunas de las enseñanzas. “Se trata de ver cómo uno piensa y divaga y, a veces, se mete en líos, porque el responsable de nuestras vidas es uno mismo. Las discusiones y las guerras son el infierno. Estar feliz es el cielo”.
El autor de “El rock de los chicos malos” entiende que “el creador está dentro de uno, por eso cuando te vas a dormir, seguís respirando, alguien lo hace por vos”.
-La música, ¿es una forma de amar?
-Eso es lo que me llevó a mi búsqueda.
-Ejerciendo la fe, ¿se transita mejor la vida?
-El problema es que, a veces, te contagiás con las cosas que pasan y creés en lo que te dicen; la cabeza es muy peligrosa.
-Hablás de una búsqueda que podría entenderse como un amor sublimado, no tangible, pero has sido un hombre de muchas parejas. ¿Cómo dialoga tu construcción de la espiritualidad con otras expresiones como la sexual?
-No sé mucho de esas cosas, te puedo decir lo que yo siento.
-¿Qué sentís?
-Cuando viene el orgasmo, es algo tuyo, no te lo da la mujer. Y ella tendrá el de ella. Son dos orgasmos separados.
-¿Una experiencia individual?
-Totalmente.
Tuvo cinco hijos, frutos de sus relaciones con Liliana Lagarde, María Peselj y Claudia Dorda. Luego entabló vínculos más mediáticos como aquel sonado romance con la modelo Pata Villanueva. En cambio, su posible amorío con Ginette Reynal fue negado por la ex chica Sofovich. Desde hace años, su mujer es Patricia Oviedo, su manager, quien también trabaja junto a la cantante Marcela Morelo.
Llega el sándwich y la gaseosa que pidió y avanza en esa contradicción que entiende que existe entre la vida de todos los días y la manifestación interna de su fe. “Desde Nerón, que quemó Roma, creo que todos los políticos están piantados en todo el mundo; hasta en Estados Unidos”.
-No hay panacea...
-Pero en Estados Unidos, a pesar de todo, la gente cambia de auto, vive feliz. Ilusiones, porque, en realidad, el tesoro está dentro tuyo. Eso lo entendés cuando practicás cada técnica quince minutos por día, cuando le dedicás, por lo menos, una hora a lo que dice el maestro.
-¿En qué te modifican esos hábitos?
-Salís siendo la misma persona de siempre, pero con otra visión, sabiendo que uno llegó y, en algún momento, se va a ir, pero eso ya no preocupa, es parte de la creación.
-¿No te inquieta la muerte?
-La muerte no me preocupa en absoluto, tengo la divinidad dentro mío, es como cuando estás enamorado o como cuando abrazás a tus nietos. Eso lo siento acá, ese es el lugar al que hay que ir con las cuatro técnicas.
Vuelve con el “acá” y a señalar su corazón. Masajea su pecho, una suerte de mantra coreografiado y auténtico.
-¿Cómo dialoga esa filosofía con el ego del artista?
-Desde muy joven tuve muchos dolores, gente que amaba que falleció y yo no estaba preparado para eso, porque no sabía adónde iban y si los volvería a ver; tenés que estar muy enfocado en la vida para entender que, así como caminás y respirás sin pensar, todo eso algún día, así como llegó, se va a ir. Dicen que, cuando te vas, tu cerebro queda vivo treinta segundos más y ahí es donde tenés que pensar qué es lo que más vas a extrañar.
-¿Qué es lo que más vas a extrañar?
-A mi maestro.
-No mucho tiempo atrás padeciste la muerte de tu hija Tayda. A partir de las prácticas que imparte tu maestro, ¿cómo atravesaste ese dolor? ¿Se afronta distinto ejerciendo esa fe?
-Muchas veces pienso en Luis Spinetta, en uno de mis hijos que falleció... la gente que se va a ese lugar de donde vino.
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Al pasar, vuelve a aquel acontecimiento traumático que, si bien no naturaliza, busca referirlo con cierto distanciamiento. Al menos eso puede percibirse en este hombre que engendró cinco hijos y tiene nueve nietos.
“Tayda, que falleció, era un gran artista, hacía dibujos de ropa, muy elegantes. Hizo lo que él soñó, eso es lo más importante. Lo que vos soñás, si querés, lo podés hacer”.
-Una responsabilidad.
-Dios ahí no se mete, te da ese regalo.
-Te referís a Tayda en masculino.
-Tuvo novias, después le empezó a gustar lo otro; adelante.
-Liliana Lagarde, la madre de Tayda, no se refirió en buenos términos hacia a vos, ¿te duele?
-No; sé que tiene esos sentimientos. Es un problema de ella, no mío.
Entre los dolores transitados, no evita referirse a un accidente de su hija Nayla. “Se quemó y fueron dieciocho años de operaciones. Ahí se me fue el ego, me pareció más importante mi familia que la música”. Nayla es cantante lírica, “canta maravillosamente, es hermosa”.
Divos-Alguna vez estuvieron peleados Luis Alberto Spinetta y vos.
-Sí, cuando mi hija se quemó no vino a verme ninguno de mis supuestos amigos. Los entiendo, qué me iban a decir: “lo lamento”. En esa época, sin embargo, él vino a verme, con Dante que era muy chiquito; nos abrazamos y lloramos. Ahí nos dimos cuenta que éramos nuestros mejores amigos. Lo siento en mis conciertos, como a Pappo. No es magia, cierro los ojos y los siento.
-¿Por qué se habían distanciado con Spinetta?
-Por tonterías, celos de músicos.
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-¿Y Charly García?
-Es un divino, lo amo con toda mi alma.
-¿Tienen vínculo?
-Absolutamente, es otro amigo fiel. Nos entendimos mutuamente, respetuosos uno del otro. Hablamos siempre y nos vemos.
-¿Componés permanentemente?
-No, ya son muchos años de trabajo. Sólo quiero hacer cosas buenas y cuando tengo ganas. Si no tengo ganas, me merezco dormir una siesta.
-¿Qué significa el dinero para vos?
-Mi señora dice que lo rompo.
-Así te imagino.
-La plata sirve para comprar cosas. A los 70 años me compré una casa por primera vez, tiene pileta y un estudio de grabación. Viví en Mendoza, Miami, Brasil, pero me encanta Argentina, aún así como está ahora.
Mientras el mundo exista“Estoy un poquito nervioso, todo eso sigue igual”, reconoce ante el desafío de pisar el Movistar Arena por primera vez. “Recién llego de ensayar y estoy muy contento con cómo suena la banda. Venga la gente que venga, será la que entienda lo que le quiero decir. Siempre lo pasamos bien, hay alguna lágrima y muchas risas, y buenas músicas”.
-¿Invitados?
-Varios.
-¿Se puede adelantar algo?
-No, serán una sorpresa.
-A pesar de tu trayectoria, ¿siguen los nervios?
-Sí, claro, aunque uno está un poco más tranquilo porque sabe que fue creado con amor, pero no porque tu mamá y tu papá se acostaron, sino porque viniste en una especie de nave, saliste y llegaste a este planeta, el único -al menos que yo sepa- que tiene vida, aunque he visto cosas raras en el cielo.
-¿Sí?
-Sí, pero no es de mi interés.
-¿Qué viste? ¿Objetos, luces?
-En Mendoza he visto cosas que se movían de una manera que no eran satélites, pero fue lo más normal del mundo.
-No tanto...
-Además, si fueran malos, ya nos hubiesen destruido; en cambio, ven que nosotros sí somos malos, que no vamos por un buen camino, que estamos equivocados.
-Decías antes que los nervios previos a subir a escena a tocar no desaparecen nunca.
-Por supuesto, mi maestro también los tiene antes de salir a hablar con la gente.
No pasa demasiado tiempo de la charla sin que refiera a Prem Rawat. Pareciera ser que el líder es una parte indisoluble ya no sólo de su vida sino de él mismo. “Tuve la suerte de hablar con él personalmente, justamente le comenté que era famoso en mi país y le consulté si era correcto que yo hablara sobre sus enseñanzas”.
-¿Qué otros temas conversaste con él?
-Le manifesté que quería ser instructor, preparar a la gente.
-¿Aceptó?
-Me dijo: “¿para qué querés ser instructor? Si con lo que estás haciendo a mí me alivia un montón, vos hablás sobre mí y la gente me va a buscar”.
-En los conciertos, ¿mencionás a Prem Rawat?
-No, hablo sobre la vida, el sentido de ser feliz, de estar en contra de las guerras y remarco que nuestra vida es muy corta, por eso lo de “El tiempo es veloz”, pero sé que al lugar al que vamos será un lugar maravilloso, el paraíso que todos están esperando.
-Sos un prócer de nuestra música. ¿Te incomodan esos calificativos?
-No me gusta que me digan “rey”, “maestro”, pero lo acepto. Jamás trataré mal a nadie, salvo que alguien venga con mala intención. Enseguida me doy cuenta de eso.
-¿Qué te falta?
-Siempre falta algo, quizás disfrutar más de mi familia y de mi maestro, hacer lo que tengo que hacer.