“Se puede vivir una historia de amor a los 50”. Estaba en crisis con su pareja, viajó al Sur y en una excursión una voz la cautivó
Sebastián (54) es de Recoleta, pero pasados sus veinte decidió seguir su pasión: el buceo. Por eso, se instaló en ...
Sebastián (54) es de Recoleta, pero pasados sus veinte decidió seguir su pasión: el buceo. Por eso, se instaló en Puerto Madryn, la capital de esa disciplina, en donde todos los inviernos la ballena franca austral cumple su ciclo reproductivo, es un santuario del que se enamoró y nunca más dejó. Al principio, cuando aún no había legislación, llevaba a los turistas a bucear con las ballenas, hoy, esa práctica está prohibida, y se convirtió en guía ballenero. Separado hacía ocho meses y con un hijo, un día recibió el llamado de su jefe para que se encargara de un nuevo grupo de turistas que había contratado la excursión.
Rosario (48) es de San Isidro, tiene un hijo llamado Fausto que es un apasionado de la biología marina a tal punto que su mamá le prometió que algún día lo llevaría a Puerto Madryn.
“Me llamó la atención la voz fuerte del capitán”En octubre de 2019, Rosario estaba en pareja desde hacía 7 años, pero atravesaban una crisis que incluía terapia de pareja semanal, cuando decidió tomarse una semana de vacaciones. Viajó con su hermana Pilar y su hijo al sur del país al avistaje de ballenas. Allí, fueron un día a Puerto Pirámides, que se encuentra a 100 kilómetros de Puerto Madryn, para tomar una excursión.
Cuando subieron al barco a Rosario le llamó la atención la voz fuerte del capitán y todo lo que sabía del tema. “A mí la naturaleza siempre me gustó mucho, era fanática de los documentales de orcas y delfines. Por eso cuando lo escuché, me encantó como explicaba y la pasión con la que lo hacía. Contó que hacía 25 años que vivía en ese lugar, y que cada vez que salía era una emoción, lo decía desde un lado romántico y yo lo miré y pensé wow”, recuerda. Aunque ese día el capitán la movilizó, aclara que no fue más que eso, ella estaba en una relación y en su cabeza estaba la idea de superar la crisis que estaban atravesando.
Al finalizar la excursión Rosario fue a la oficina a devolver los salvavidas. Allí, estaba Sebastián. “Él era no era mi onda, ni mi estilo, simplemente me gustó todo lo que contó y se lo dije”, dice Rosario.
Ese mismo día, Rosario, su hermana y su hijo, almorzaron en Puerto Pirámides. Cuando estaban por emprender el regreso a Puerto Madryn apareció Sebastián y les pidió volver con ellas en auto. “Hicimos esos 100 kilómetros hablando como si nos conociéramos de toda la vida, teníamos gente y gustos en común”, cuenta Rosario. Su hermana fue la primera que advirtió que “ahí había algo”, que “sentía en el aire”, pero Rosario lo negó.
Una segunda excursión, pero privadaDurante el viaje Rosario y Sebastian intercambiaron sus teléfonos. Cuando Rosario llegó hotel Rosario recibió un mensaje de WhatsApp de Sebastián invitándolos a todos a cenar a su casa.
Apenas llegaron los hijos de ambos se fueron a jugar a la play y los tres adultos se quedaron cenando y conversando de manera amena y relajada. Entre los temas de esa noche, hablaron de la excursión que habían disfrutado durante la mañana. Aunque las chicas estaban contentas, Sebastián les aseguró que hubo mucho viento y eso no favoreció el acercamiento de las ballenas. Por eso, les propuso realizar un avistaje privado. Al día siguiente, las dos familias partieron.
Rosario sentía en su interior que había algo en toda esta historia que la movilizaba, pero no estaba segura de qué se trataba. Después de la excursión, en un ambiente familiar y cómodo, esa noche salieron todos juntos a cenar a un restaurante. Durante la velada, cuando Rosario fue al baño, Pilar -desinhibida por el alcohol- se animó a contarle a Sebastián que el novio de su hermana no era para ella el indicado y lo alentó a avanzar.
“Avisame cuando te separes así te invito a tomar una chocolatada”Al día siguiente llegó el momento de volver a Buenos Aires. En el aeropuerto Rosario recibió un mensaje de Sebastián: “Rochi, me encantó conocerte, la verdad que me divertí mucho, mandále un beso grande a tu hermana y a Fausto. Avisame cuando te separes así te invito a tomar una chocolatada”. El mensaje produjo un cosquilleo en la panza de Rosario, pero su mente tenía que volver a San Isidro y resolver la situación con su pareja.
De vuelta en Buenos Aires, Rosario no podía dejar de pensar en Sebastián, pero por otro lado, también era consciente de que ambos vivían en provincias diferentes. Un día de esos, el terapeuta la invitó a una sesión particular. “Le conté lo que me había pasado durante mi viaje al sur. Fui a ver ballenas y me enamoré del capitán”, resume Rosario.
Mientras la cabeza y el corazón de Rosario iban a toda velocidad, recibía mensajes de Sebastián. “Él es muy canchero, muy hábil hablando y escribiendo e intelectualmente me enganchó. Era igual a Cocodrilo Dundee: rubio, ojos celestes, medio cincuentón y curtido por el mar”, lo describe Rosario.
Por unos días Rosario y Sebastian mantuvieron una relación por mensajes hasta Sebastián se tomó la decisión de dar un paso más. “Me voy a Buenos Aires, quiero verte”, le dijo a Rosario. Ella le pidió tiempo “desarmar su historia” previa. Se armó de coraje, encaró a su pareja y se separaron. A los tres días, Sebastián llegó.
En taxi a Puerto Madryn“Estando recién separada lo fui a buscar al aeroparque. Habíamos imaginado un encuentro estilo película, yo soy muy Venus en Leo y siento que pasan música de fondo cuando suceden momentos románticos. Y fue así. Corri de una punta a la otra del aeropuerto, nos abrazábamos y nos dimos nuestro primer beso. Fue un momento muy lindo, estuvo buenísimo”, cuenta Rosario, una romántica pura cepa.
Aquel noviembre Rosario le organizó el festejo de 50 años de Sebastián con sus íntimos amigos. A fin de año viajó sola a Puerto Madryn para pasar año nuevo con él y en febrero se instaló veinte días con su hijo Fausto y pasaron unas vacaciones inolvidables. “Fue el mejor verano de toda mi vida, en el bote viendo delfines, nadando con lobos marinos... no lo podía creer, sentía que estaba en el paraíso”, asegura Rosario.
Luego de aquel verano, en marzo 2020, Rosario volvió a su casa en Buenos Aires. Tenía planeado regresar con su amor a fin de mes, pero el 19 de marzo el anuncio del Presiente y el comienzo de la cuarentena por la pandemia del coronavirus imposibilitó el encuentro.
“Cuando decretaron la cuarentena nuestra historia de amor estaba empezando. Yo estaba muy enamorada, que te suceda algo así a la edad que teníamos era mágico”, cuenta Rosario. Y como miles de personas, en ese entonces, su historia amor se alimentó de las citas virtuales.
El 12 de junio Rosario consiguió un permiso para viajar a Puerto Madryn, pero no se animaba a hacerlo con su viejo auto. Le pasaron el dato de un taxi que la podía llevar: “Era un taxi, de los negros y amarillos. El chofer armaba viajes a Chubut, entonces compartías el taxi con varias personas. Te dejaba en la puerta de Madryn. Fue una cosa rarísima y ridícula, pero logré llegar a Madryn en taxi”, se ríe Rosario. Se quedó con Sebastian un mes y medio hasta que no aguantó más la separación con su hijo, que en ese momento tenía 9 años. Se enteró que alguien de la ciudad necesitaba llevar una camioneta a Buenos Aires y Rosario se ofreció. Luego, aprovechó que la escuela era virtual y regreso con su hijo un mes y medio a Madryn.
Y así, sin ningún plan, se fueron dando las cosas. Hoy Rosario y Sebastián viven en una casita a una cuadra de la playa, ella hizo el curso de guía ballenera, su hijo vive en Buenos Aires con el padre, pero en vacaciones escolares se instala con su mamá, y ella cada veinte días viaja a visitarlo.
“Nunca pensé que iba a estar del otro lado de los documentales que veía desde chica en la Aventura del Hombre. Soy muy feliz, me encanta la vida que tengo, me gusta volver a Buenos Aires y sentir que no pertenezco porque me hice una vida acá. Se puede vivir una historia de amor a los 50 años”, concluye Rosario enamorada.
Y claro que sí, claro que se puede.