Es la tercera ciudad más poblada en el sur de Taiwán, y su Centro de Arte Pier-2, en la tercera dársena de su puerto marítimo, se ha transformado en la principal atracción cultural de esta metrópolis de más de 2,7 millones de habitantes, y también en un espacio abierto en el que se dan cita el público y los creadores. Con una entrada profusamente coloreada, un puente de arquitectura llamativa, un metro y un circuito para ciclistas (donde en otra época corría el ferrocarril que llevaba bienes al puerto), el distrito organiza –de forma irregular, dicen las autoridades de la ciudad– toda clase de actividades. En la imagen, una muchacha está a punto de tomarse una selfie para su cumpleaños número 23 en este centro cultural que tiene casi el doble de edad, habiendo sido fundado en 1973 y, tras un largo abandono, vuelto a inaugurar, gracias a la insistencia de los artistas taiwaneses.